En el seno familiar hay hechos que duelen, debilitan, avergüenzan o hieren, y a veces el sistema trata de protegerse de ellos con el silencio, relegándolos al olvido, sin advertir que los silencios tienen consecuencias e impiden la fortaleza y la salud del grupo, y a menudo conllevan implicaciones y sacrificios.
Se requiere integrar lo que dolió o devastó para que pierda su poder y quede en el pasado.
Todos vivimos no únicamente en nuestra individualidad, sino vinculados a redes —en especial la familiar, aunque haya otras— que nos influyen e incluso gobiernan aunque no las comprendamos.
En estas redes, el amor por sí solo no asegura el bienestar, no es suficiente: necesita un orden.
Es lo que denominamos buen amor.
El buen amor se reconoce porque nos conduce hacia el bienestar, la vida, el provecho y la realización.
El buen amor supone que hemos avanzado emocionalmente para respetar y asentir al pasado y a los dones y a las heridas de nuestros anteriores en lugar de involucrarnos en estas últimas, repitiéndolas o mostrándoles a nuestros anteriores una fidelidad mal entendida a través de nuestra infelicidad.
Así, el buen amor logra que vayamos un poco más allá en más vida, tanto en bienestar como en felicidad.
Joan Garriga
Del libro Bailando Juntos. La cara oculta del amor en la pareja y en la familia
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